¡Qué mal nos ha hecho lo políticamente correcto!
Puedo definir el concepto “Políticamente correcto”
como el evitar la fricción que la realidad causa a una persona por tener
determinadas características morfológicas, sociales, raciales, económicas o de sus
preferencias personales; así evitando confrontación. Imagino que esto nace de
una creencia de evitar hacer sentir mal a la persona objeto de crítica.
Ahora bien, entiendo que partir de la realidad no es
ofensa para nadie. Ser gordo es estar en sobrepeso, ser negro es tener un color
de piel negro, ser gay es tener preferencia homosexual ¿Están mal estos
ejemplos? No lo creo. Hemos llegado a un punto en que a un haitiano preferimos
llamarle “Extranjero”, cuando la nacionalidad no es un epíteto, sino una condición
de nacimiento de la que no se escapa.
Las ofensas nacen no de quien las profiere, sino de
quién y cómo se reciben. Parto del principio que nadie es menos o más por ser
de una manera determinada o específica. Cada ser humano abraza su individualidad
desde quien es, no desde lo que el otro cree que sea. Sin embargo, siento que
nos estamos perdiendo en lo claro. Percibo que esta sociedad en el 2021
antepone lo políticamente correcto para evitar o para controlar la percepción propia
del ser humano. Yo soy gordo, grande y calvo, eso nunca deberá ofenderme ¡Es lo
que soy! Ahora de querer cambiar eso, o me pongo a dieta y hago más ejercicios,
o uso peluca o utilizo chancletas para no resaltar la estatura; y no obligo a
que los demás me digan que soy flaco, con una melena y de tamaño envidiable;
eso sería mofarme de mi mismo.
No entiendo el afán desmedido que la gente maneje el
lenguaje a un punto de ahogar o maquillar la realidad. Pero eso es lo que muchos
hacen en redes sociales, con el trato personal o con referencias no estereotipadas.
Esto no quiere decir que el contrato social al que estamos todos obligados
manejando el respeto y el decoro, deba romperse. Lo que ahora mismo se ve es
una caricatura pseudo grotesca para reducir la sensación de enojo que puede tener
una persona cuando muestra sus cualidades. Desde mi opinión esto es menos que
infantil.
Otro punto es el contexto. Se entiende contexto como
el ámbito temporal, cultural y geográfico en el que se desarrolla un concepto,
es el conjunto de circunstancias que rodean una situación y bajo el cual se
debe comprender el asunto. Me explico: Una mujer que está en la playa con un
diminuto panty y brassier en pleno 2021 es perfectamente normal. Si tomas a la
misma mujer con igual vestimenta en la misma playa, pero en el 1920, provocaría
un escándalo y sería acusada ofensa a la moral. En el contexto 2021 no pasaría
nada; en el contexto 1920 podría ser encarcelada por una posible violación a la
ley y a la moral.
El personaje de Pepe Le Pew (Personaje animado de
Warner Bros. de mediados de la década de 1940) fue vetado por la empresa a
causa de un artículo publicado en el New York Times por el periodista Charles
M. Blow. En el artículo se le acusaba que propicia la cultura de acoso y de
violación. Y aquí es donde me baso para que el lector pueda visualizar el
estado de exageración bajo el cual vivimos por medio a la cultura de la
cancelación.
Vayamos por partes:
Sí, el zorrillo Pepe Le Pew siempre corría detrás de
la gata Penelope; la cual, por azares del destino, siempre iniciaba el episodio
pintándose con una raya blanca sobre su lomo que la hacia parecer una zorrilla;
el protagonista la perseguía para enamorarla alegando que ella era su amor
eterno. La abrazaba, no quería dejarla ir, buscaba la manera de besarla y
siempre acariciarla. Ella, huía de él por que no soportaba su olor característico.
Visto solo el párrafo anterior parecería cierto lo que
el columnista Charles M. Blow arguye en su artículo. Sin embargo, lo hace porque
no menciona, y por tanto descontextualiza, el real mensaje de que se da con el
personaje.
Primero el protagonista es un zorrillo. El mejor símil
para un “apestado”, alguien que nadie quiere. Incluso siempre se encuentra
solo, caminando en cualquier país, pero solo; apartado de toda relación social.
Otro punto, Pepe Le Pew es la caricatura del arquetipo del dandy masculino
(modelo de moda en la primera mitad del siglo XX y que fue el aspiracional de
la cultura del cine para un hombre varonil y refinado). Este arquetipo era lo
que la sociedad vendía como el aspiracional del hombre de ciudad: Refinado,
hablaba idiomas, seguro, avasallante, socialmente correcto, un hibrido entre lo
masculino y la sensualidad femenina, persistente y seguro de conseguir su
objetivo. Sin embargo, es interpretado por un zorrillo ¿Qué te dice eso?
Explicado lo anterior, es menester recordar que el
humor y la parodia son géneros literarios que deforman o exageran la realidad para
hacer crítica social. Y Pepe Le Pew no es más que eso, una crítica a ese tipo
de persona. Pero para entender esto debe ser consumido en su contexto completo,
no solo con la acción obsesiva de capturar a la gata Penelope. Porque, de mantener el obtuso punto de vista, Candy
era una chapeadora y prostituta, no la mujer independiente y autónoma que
persigue su objetivo; Heidy era uan marimacho, no un dechado de amor
incondicional a su abuelo y preservacionista del medio ambiente; Willy E.
Coyote era un predador y abusador de animales (siendo él mismo un animal), no
un hito a la perseverancia y amigo del correcaminos -con el cual salía a comer todos
los días en el horario de almuerzo- y todos los antagonistas de las series
juveniles de colegio deberán ser eliminados por abusadores o bullies, pero sus
actitudes son las que acentúan y transmiten que lo que hacen es un
comportamiento deforme y por tanto un mal ejemplo.
La vida no
es una novela fresita y linda, todos tenemos enemigos con los que luchar. Malos
momentos de tristeza, dolor, amargura y desastre. Sin embargo, nos
sobreponemos, porque el ser humano es resiliente por naturaleza. Entonces, por qué
hay que vetar cualquier persona que no comulgue con nuestras opiniones; eso se
vé en twitter a diario. Las minorías -Que no son tal cosa-, ya no son víctimas.
La homosexualidad es ampliamente aceptada, es una realidad para los que somos heterosexuales,
y aunque yo prefiera al género contrario, acepto y tengo amigos que tienen sus preferencias
homosexuales y por ello no los critico; sin embargo, veo que los activistas de
la comunidad LGBTQ (y todas la demás siglas), tienen una cruzada abierta contra
toda persona que diga algo en contra de lo que ellos creen que son sus
intereses, al punto de tildarlos de “homofóbicos”. Pasa lo mismo con las
feministas contra las mujeres conservadoras, con religiones contra otras
religiones, los partidos políticos y sus guerras con otros iguales, los veganos
contra los que comemos carne, los grupos antitabaco contra los fumadores, los nuevos
emprendedores en contra de los empleados, y así por el estilo.
Es duro admitirlo,
pero hemos degradado como humanidad. Estamos tan imbuidos en nuestro hiperindividualismo
que no apreciamos que los demás existen, que convivimos en sociedad y que todos
somos merecedores de derechos y cumplimos deberes, cada uno con opiniones
diversas. Todo termina siendo una gran paradoja, en donde las víctimas se
transforman en cazadores, pero no nos damos cuenta que, de la única manera de terminar
este ciclo de violencia, es aceptarnos como somos y por lo que somos.
Siempre he
dicho que los primeros que provocan diferencia y violencia social son aquellos
que procuran crear un día para celebrar su interés particular, esto porque
quieren exaltar su condición de víctima por encima de los demás; por ejemplo: El
día internacional de la mujer, el mes del orgullo gay, el día del minusválido,
el día de la madre, el día del niño, Etc.; Se supone que esos grupos buscan la
igualdad con el resto, entonces, si somos todos iguales ¿para que hay que tomar
un período específico para recordar de los que se presumen débiles?
La
generación de cristal no puede ser el estandarte. El respeto debe serlo. Y
debemos asumir y somos quienes somos porque, en algún momento de la historia, nuestros
antepasados fueron quienes fueron. Y no por que hayan adoptado formas o tomado
decisiones en su tiempo, fueran malos, simplemente era el contexto en el que se
interactuaba. Hoy es diferente. Hoy nos toca ser mejor que nuestros antepasados,
por lo que no debemos cometer los mismos yerros.
Es el respeto
que debe ser la norma, no la venganza.
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